"Al reconocer al Cristo me lleno de gozo."
Existe un mundo de diferencia entre el sentimiento de "felicidad" y "gozo". Y gracias a Dios por ambos. Existe ese resplandor momentáneo y pasajero que la felicidad me proporciona. Y, mejor aún, existe la presencia eterna del gozo que mora en mí, sin importar el obstáculo que parece oscurecer temporalmente mi camino.
Hago una pausa de las ocupaciones del día para recordar los momentos felices de mi vida, la palabra amable de un amigo, la compañía de familiares, la fragancia de una rosa, la belleza de un atardecer. Luego centro mi atención en el gozo puro de saber que Cristo vive en mí y por medio de mí, ahora y siempre. Soy uno con el Creador de los cielos y la Tierra, y todo lo que habita en ella. Mi gozo reposa en esa unión sagrada.
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